Si llegaste aquí probablemente ya estas trabajando como formador o apenas inicias tu proceso y no sabes por donde iniciar o que asuntos considerar.
La verdad es que muchas instituciones seleccionan los formadores con fundamento en la experiencia que tengan. Se piensa, tienes mucha experiencia en coordinar proyectos, entonces forma a nuevos líderes de proyectos, tienes mucha experiencia enseñando a niños y jóvenes, entonces forma a nuevos maestros, tienes mucha experiencia investigando entonces, forma a nuevos investigadores.
Pero amigos todos sabemos que no es tan fácil. Con frecuencia nos enfrentamos a situaciones en las que sabiendo hacer bien una cosa no podemos explicar a otros con claridad como lo hacemos o no recordamos como aprendimos nosotros. Esto es lo que explica que muchos expertos tengan dificultades cuando piensan en ser formadores.
Para ser buen formador es cierto que es fundamental una cierta experiencia en el área o temática de la que se trata y además requerimos conocer los conceptos y/o teorías que hay detrás de lo que hacemos y que son los que van a permitir a los nuevos aprendices conectar teoría con práctica.
Pero hay un punto que con frecuencia se nos olvida y es identificar los procedimientos que subyacen a eso que queremos enseñar. Cual es ese paso a paso, que reglas tiene ese procedimiento, que pasa si lo modifico. Para enseñar a otros primero debo deconstruir mi experiencia identificando los procedimientos que están inmersos en ella, descomponerlos en las acciones más sencillas posibles de tal manera que pueda explicarlas a otros, los pueda acompañar y ayudar a entender las consecuencias de apartarse del mismo.

Identificado el procedimiento el siguiente desafío está en reconocer cuales son las actitudes necesarias que se requieren para ser exitoso en el área que quiero formar. Este asunto es fundamental porque al final, en el desarrollo profesional lo que hace la diferencia entre un profesional y otro son sus actitudes personales y por eso también hay que formarlas.
Por mucho tiempo nuestros procesos de formación se centraron en un alto nivel de conceptos y otros en transmitir la técnica precisa para lograr mayores resultados. Pero ahora nos hemos dado cuenta que nada de esto es suficiente si no preparamos a los nuevos profesionales con los valores y actitudes necesarias para enfrentar los entornos de actuación profesional contemporáneos.
El primer desafío del formador entonces es consigo mismo.
Lograr identificar en su propia experiencia qué procedimientos son los que lleva a cabo para lograr resultados, cuáles son los conceptos o teorías que sustentan esas actuaciones y finalmente cuáles son los valores personales que sumados a lo anterior lo han posicionado como experto. Identificar todos esos elementos serán el trabajo inicial para luego diseñar una estrategia de formación que permita acompañar a otros en el mismo camino.
Una vez que tienes todos esos elementos identificados la siguiente palabra clave es
Acompañar
Si quieres ser buen formador la clave estará en disponer todo lo que esté a tu alcance para acompañar a los otros a recorrer ese camino en el cual puedan dominar los procedimientos con la claridad de las teorías que involucran y sobre todo incorporar en si mismos las actitudes necesarias para ser excelentes profesionales de su área.
La experiencia que tienes te ha posicionado como experto pero lo que te convertirá en formador es el autoconocimiento que tienes de los procedimientos, conceptos y actitudes necesarias para ser experto y sobretodo la manera como diseñes el camino para que otros al recorrerlo con tu acompañamiento lo puedan lograr.
Desde este punto de vista un buen formador requiere un gran autoconocimiento y una gran generosidad para entregar a otros el conocimiento que ha derivado de su experiencia.
Y tu ¿estás listo para ser formador?
Rosa Bolívar / formadora de formadores